La relación entre el anarquismo y la lucha por la liberación de las mujeres es larga y fecunda, encarnada históricamente por figuras imprescindibles como Emma Goldman, Voltairine de Cleyre, Lucía Sánchez Saornil o Juana Rouco Buela.
Sin embargo, la emergencia del anarcofeminismo como corriente teórica y organizativa específica desde la segunda mitad del siglo XX ha generado divisiones dentro del pensamiento anarquista.
Como veremos, la distinción fundamental, y el núcleo de la crítica clásica, radica en el énfasis y el marco analítico prioritario que adopta el anarcofeminismo.
Las mujeres anarquistas representan la tradición histórica y viva del anarquismo practicado por mujeres. Su lucha contra la opresión patriarcal es parte integral, inseparable, de su lucha contra todas las formas de dominación: el Estado, el Capital, la Iglesia, la jerarquía social. Goldman, por ejemplo, combatía el matrimonio burgués y la moral sexual represiva con la misma vehemencia que al Estado y al capitalismo.
Para las mujeres anarquistas la opresión de la mujer es un pilar fundamental del sistema autoritario, pero su análisis y su praxis parten de una crítica unificada de la autoridad en todas sus manifestaciones. La liberación femenina es una consecuencia necesaria e indivisible de la revolución social total. Su organización tiende a ser dentro de colectivos anarquistas mixtos (aunque a menudo creando espacios propios para abordar problemáticas específicas) o en grupos específicos de mujeres cuya lucha se enmarca explícitamente dentro del proyecto anarquista global.
El anarcofeminismo, por su parte, surgió como una corriente autónoma, influenciada fuertemente por la "segunda ola" feminista, de la mano de autoras vinculadas a la izquierda política, especialmente al comunismo europeo o la new left estadounidense de los 60-70. Posteriormente se vio influenciado por teorías postmodernas, y en la actualidad cercanas a la progressive left.
Comparte con el anarquismo clásico su crítica al feminismo liberal y al parlamentarismo, aunque el anarcofeminismo a veces parece que prefiere desentenderse de su crítica parlamentaria cuando las leyes impulsadas por los partidos "progresistas" son "de género".
El rasgo distintivo del anarcofeminismo es colocar el género y el patriarcado como el sistema de opresión primordial o al menos como uno que requiere un análisis y una lucha específica y separada, aunque articulada con otras luchas. Así, el anarcofeminismo desarrolla un cuerpo teórico propio centrado en la opresión patriarcal, utilizando herramientas conceptuales a veces ajenas al anarquismo clásico. Organizativamente, tiende a priorizar espacios exclusivos de mujeres (o identidades disidentes) y estructuras propias, argumentando que solo así se puede combatir eficazmente la dinámica patriarcal, incluso dentro de los movimientos revolucionarios.
Desde una perspectiva anarquista clásica, el anarcofeminismo genera varias preocupaciones fundamentales.
Fragmentación de la lucha y creación de nuevas identidades políticas.
El anarquismo clásico ve la opresión como un sistema complejo pero interconectado (capitalismo-Estado-patriarcado-Iglesia). Priorizar una opresión sobre otras o crear movimientos específicos basados en identidades (de género), como hace el anarcofeminismo, provoca la fragmentación del sujeto revolucionario (la clase oprimida en su totalidad) y diluye la lucha contra el sistema en su conjunto. Esto hace que se repliquen dinámicas identitarias que el anarquismo busca abolir. Para el anarquismo clásico, la mujer oprimida es, ante todo, una explotada, cuya opresión específica debe ser combatida dentro de la lucha general contra toda autoridad.
Importación de marcos teóricos ajenos.
En el anarcofeminismo se hace un uso intensivo de teorías feministas postmodernas (a veces con un fuerte componente académico y un lenguaje muy especializado). Estas teorías pueden alejarse del análisis sobre la situación de la mujer que caracterizó a las anarquistas históricas, introduciendo abstracciones y debates (sobre los particularismos, performatividad del género y otras) que distancian la teoría de la práctica revolucionaria cotidiana y de la comprensión del proletariado. Por ejemplo, Emma Goldman, de oficio costurera, hablaba claro y directo a las obreras, y como anarquista se expresaba en un lenguaje sencillo, pero siempre profundo, como es el que proviene de los saberes populares.
Riesgo de reformismo o pérdida del potencial revolucionario-social.
El enfoque en luchas específicas de género y en la creación de espacios separados, sin una conexión orgánica y prioritaria con la lucha anticapitalista y antiestatal total en lo general, o sin una conexión con las organizaciones obreras anarquistas en lo particular, provoca que el anarcofeminismo pueda derivar hacia un "feminismo radical reformista" más que en una práctica verdaderamente revolucionaria anarquista. Por el contrario, por ejemplo, el colectivo Mujeres Libres en España tenía una relación directa con la CNT-AIT, o el periódico Nuestra Tribuna con la FORA-AIT, y en ambos casos sus miembros eran mujeres que pertenecían también a la organización obrera.
Duplicación de estructuras y potencial autoritarismo.
La creación de estructuras organizativas paralelas (colectivos sólo de mujeres) es cuestionado no por su utilidad táctica puntual (reconocida por muchas anarquistas clásicas), sino porque reunirse exclusivamente en torno a orgánicas anarcofeministas se convierte en un principio unívoco y permanente para las mujeres, y se deja de promover como antaño la militancia en la organización obrera ácrata.
Desde el anarquismo clásico se observa cómo el anarcofeminismo genera vanguardias feministas y dinámicas de exclusión, contradiciendo el principio anarquista de asociación libre y voluntaria basada en afinidad de ideas, no en identidad biológica o de género. ¿No podría un hombre ser un aliado consecuente contra el patriarcado? ¿No podría una mujer reproducir actitudes autoritarias?
Empoderamiento individual y políticas identitarias.
Desde el anarquismo clásico, el énfasis que pone el anarcofeminismo en el empoderamiento individual, por sobre lo colectivo proletario, y al acentuar las políticas identitarias dentro del sistema capitalista, legitima la opresión estructural como un problema de mérito o demérito individual, a la vez que se despoja a la lucha de clases de su carácter social y se atomiza a los oprimidos, sustituyendo la revolución social por un reformismo identitario que el capital absorbe como una mercancía (una "rebelión femenina vendible"), desviando así el combate esencial contra las raíces materiales del patriarcado, el Estado y el capital, que solo puede darse mediante la acción colectiva y la solidaridad horizontal para destruir toda prisión autoritaria, y nunca para administrarla. El anarquismo clásico nunca ha podido ser digerido por el capital porque en su origen está la crítica a la patronal que lo sustenta.
La crítica anarquista clásica al anarcofeminismo no niega la brutalidad específica del patriarcado ni la necesidad de combatirlo. De hecho, acusa a veces al anarquismo histórico de no haberlo hecho con suficiente contundencia. Su objeción central es metodológica y estratégica: considera que al elevar el género a categoría analítica primaria y organizativa separada, el anarcofeminismo corre el riesgo de debilitar la unidad revolucionaria, importar lógicas no libertarias y desviar el foco de la destrucción total del sistema de dominación en todas sus facetas interconectadas.
Para la mujer anarquista clásica, su feminismo es inherente a su anarquismo; no es un añadido ni una prioridad excluyente, sino la aplicación consecuente de los principios antiautoritarios al ámbito de las relaciones entre los sexos. La liberación de la mujer, como la de todos los oprimidos, solo será real cuando caigan las últimas instituciones autoritarias, el Estado y el capital.
La duda desde el anarquismo clásico es si el anarcofeminismo, en su búsqueda legítima de herramientas específicas, no termina enrevesando y desviando la preocupación anarquista por la liberación proletaria hacia un nuevo callejón sin salida, capitalista.
Para saber más del pensamiento de las mujeres anarquistas, desde un punto de vista histórico, recomiendo la antología publicada en el libro: La Idea: Perspectivas de Mujeres Anarquistas, que se puede encontrar de forma gratuita en PDF: https://archive.org/details/la-idea_202408/mode/2up