LA IDEA DE REVOLUCIÓN PERMANENTE EN PROUDHON Y SUS DIFERENCIAS CON TROTSKY



Por Pedro Peumo.

El uso de la expresión "revolución permanente" tiene antecedentes que se remontan a la Revolución Francesa. Algunos jacobinos radicales utilizaban la idea para expresar que el proceso revolucionario no debía detenerse hasta alcanzar sus objetivos más profundos. Posteriormente, Karl Marx toma esta noción y la reelabora tras sus lecturas de Pierre-Joseph Proudhon, especialmente en relación a su crítica al Estado y su concepción de la revolución como proceso continuo. Si bien Marx criticó duramente a Proudhon después, reconoció implícitamente elementos de su pensamiento sobre la revolución como fenómeno histórico persistente.

Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) vivió la convulsión de la Revolución de 1848 y la caída de la Monarquía de Julio en Francia. Participó en la Asamblea Constituyente (1848-49) y fue encarcelado por criticar al nuevo emperador Napoleón III. Durante su prisión escribió “La idea general de la revolución en el siglo XIX” (1851) y más tarde desarrolló sus tesis en obras como “El principio federativo” (1863) y “La capacidad política de la clase obrera” (1865). En esta época es que elabora su visión respecto de la “revolución permanente”. Proudhon abogó por un cambio social profundo con una base federativa y económica mutualista, con rechazo a la autoridad estatal y electoral tradicional. Sus ideas influyeron en la Primera Internacional (1864) y en la Comuna de París (1871) -posteriores a su muerte- como un modelo de autogestión obrera antiautoritario.

En contraste, León Trotsky (1879-1940) desarrolló su “teoría de la revolución permanente” en el contexto de la Revolución Rusa de 1917 y sus secuelas (guerra civil, NEP, disputas internas del Partido Comunista). Trotsky fue líder bolchevique en 1905 y 1917, luego jefe del Ejército Rojo y, a fines de los años 1920, líder de la Oposición de Izquierda contra Stalin. Entre 1928 y 1929 redactó “La revolución permanente” (publicada en español en 1931), en respuesta a ataques a su tesis. Su fórmula surgió frente al debate “socialismo en un solo país” de Stalin: Trotsky insistió en la necesidad de extender la revolución más allá de Rusia y de combinar las tareas “democráticas” y “socialistas”.

En palabras de Trotsky: «La revolución democrática se transforma directamente en revolución socialista y, por tanto, se convierte en una revolución permanente. La conquista del poder por el proletariado no significa la conclusión, sino el comienzo de la revolución socialista. El carácter socialista de la revolución, una vez comenzada, no tolera interrupciones» (León Trotsky, “La revolución permanente”, 1930).

En el mismo texto, Trotsky señala que esta etapa de “revolución permanente” culminaría (dejaría de ser “permanente”) cuando el socialismo esté consolidado internacionalmente, es decir, cuando haya triunfado en los principales países del mundo, y “cuando las tareas democráticas y socialistas hayan sido cumplidas bajo la dirección del proletariado” (es decir, bajo la dirección del Partido Comunista).

En cierto modo, Trotsky se apropió de la expresión “revolución permanente”, subvirtiendo su significado para acomodarlo a su visión autoritaria y etapista.

Por el contrario, Proudhon veía la revolución como un proceso “permanente” en el sentido de “continua transformación social”, perpetua, no solo como una "etapa", y en el que la lucha obrera debía centrarse en su propia organización autónoma, no en los parlamentos burgueses o en la construcción de una vanguardia o partido. En ese sentido proclamó que «el proletariado en el régimen capitalista no debe ocuparse de otra cosa que de su propia organización, a fin de preparar la revolución social».

Su meta era una “sociedad sin Estado ni privilegios”, construida sobre pactos voluntarios. Por ejemplo, Proudhon afirmaba: «Para que yo viva libre, para que yo no sufra más ley que la mía, para que yo me gobierne a mí mismo, se hace indispensable renunciar a la autoridad del sufragio y abandonar el voto... Se necesita, en una palabra, suprimir todo lo que hay de divino en el Gobierno, y reconstruir el edificio sobre la idea humana del contrato.». Es decir, proponía sustituir la autoridad política por acuerdos económicos y federativos. En su visión final la revolución “política y económica” conduciría a un “socialismo libertario” donde «las masas accederían al poder, no para ejercerlo, sino para prevenir la constitución de privilegios».

En “Brindis por la revolución” (1848), Proudhon utiliza de forma explícita la expresión "revolución permanente" (aunque en francés: révolution en permanence) al escribir:

«Las revoluciones son las manifestaciones sucesivas de la justicia en la humanidad. Por eso toda revolución tiene su punto de partida en una revolución anterior. Quien dice revolución dice necesariamente progreso, y por ello mismo conservación. De donde se sigue que la revolución está en permanencia en la historia, y que, propiamente hablando, no ha habido varias revoluciones, sino una sola y misma revolución perpetua.» (Proudhon, Toast à la Révolution, 17 de octubre de 1848).

En síntesis, Proudhon concebía la revolución como un proceso continuo y “horizontal”: disolver el Estado en organismos federales de trabajadores, liberar el crédito y el mercado para los obreros, y construir una confederación internacional de comunas. Como él mismo señaló: «En cuanto esté proclamada en cualquier punto del globo la reforma mutualista, la confederación llegará a ser una necesidad en todas partes... Basta con que [los pueblos] declaren unir sus intereses y darse garantías recíprocas, conforme a los principios del derecho económico y de la reciprocidad.» Así anticipó que los pueblos podían asociarse globalmente sin fronteras, alejándose del modelo de Estado-nación.

Desde una perspectiva anarcosindicalista, la noción de revolución permanente de Trotsky resulta contradictoria en tanto que presupone el reforzamiento del Estado obrero como instrumento revolucionario. Aunque Trotsky critica el estalinismo y defiende la extensión internacional de la revolución, no abandona el principio centralista y la idea de una dictadura del proletariado ejercida por un partido. Como expone en “La revolución permanente”:

«La dictadura del proletariado encuentra su expresión más completa en el poder de los soviets, es decir, en la organización estatal que toma el poder en nombre de la clase obrera.»

Esto, para el pensamiento anarcosindicalista, implica una nueva forma de opresión, aunque esta vez bajo bandera socialista. Los anarquistas sostienen que ningún Estado puede ser medio para la emancipación, pues reproduce necesariamente jerarquías, burocracia y concentración de poder. A diferencia de Trotsky, que legitima la toma del Estado y la planificación central, los anarcosindicalistas, herederos de una rica tradición gestada en las federaciones obreras de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), y de autores como Proudhon, Bakunin, Malatesta o Kropotkin, plantean una revolución económica y social descentralizada, basada en organizaciones obreras autogestionadas, comunas libres, federaciones de productores y acción directa.

El anarcosindicalismo, como heredero del pensamiento proudhoniano, considera que la verdadera revolución permanente no es aquella que busca preservar el poder revolucionario a través del Estado, sino aquella que destruye toda forma de dominación estatal y reorganiza la sociedad desde abajo. En palabras de Rudolf Rocker:

«El socialismo no es una cuestión de organización estatal, sino una cuestión de reconstrucción de la vida económica desde los cimientos, en base a los principios de libre acuerdo y solidaridad.»

Así, mientras Trotsky imagina su “revolución permanente” como un proceso conducido por una vanguardia política, y para un período determinado, el anarcosindicalismo lo concibe como una transformación constante protagonizada por los propios trabajadores organizados. En esta crítica, Proudhon ofrece una raíz filosófica clara:

«La revolución está en permanencia en la historia», no en los aparatos del poder.

En consecuencia, la revolución permanente para los anarcosindicalistas no es una etapa del Estado socialista, sino una práctica viva de emancipación obrera, antiautoritaria y federalista, es decir, perpetua.


PEDRO PEUMO. 2025
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